Y si luego no viene, ¿qué?



Escuché esta anécdota hace muchos años. Un niño, con poca afición al aseo, es urgido por su madre en estos términos:

- Venga, dúchate ahora mismo, que va a venir tu tía a visitarnos.

El niño, reticente ante la demanda, contesta:

- Sí, hombre... y si luego no viene, ¿qué?

Es decir, que si no viene su tía se habrá duchado sin necesidad de haberlo hecho, tendrá que estar limpio y aseado sin un motivo urgente. Una lata, una pérdida de tiempo, un incordio innecesario.

Me he acordado de esta historia porque el otro día hablando con un compañero, opositor al igual que yo, futuro Profesor de Educación Física en la Comunidad Autónoma de Murcia, me dijo que tenía que asegurarse de que estaba en las listas de admitidos a un examen para una bolsa extraordinaria de Técnico Superior de Educación Física en las que había puesto mucho interés.

- Si no voy a hacer el examen, ¿para qué voy a estudiar?, argumentaba con la misma lógica de aquel niño alérgico al agua.

Estos hechos me llevan a la ya conocida idea de que el conocimiento escolar tiene valor de uso y valor de cambio. El valor de uso es, a veces, más que discutible. ¿Se trata de un conocimiento que sirve para la vida, que se pueda aplicar a la resolución de los problemas y a la satisfacción de las necesidades que nos presenta la realidad? ¿O se trata, más bien, de un conocimiento estéril, que adquirimos porque es una obligación poseerlo para poder obtener una acreditación? Ese es el valor de cambio. Si demuestras que, al menos en un momento, tienes ese conocimiento, te lo canjean por una calificación, por un certificado. Valor de cambio.

Todo el mundo sabe muy bien que existe una diferencia muy grande entre aprender y aprobar. Me pregunto muy a menudo lo que sucedería si los profesores no tuviésemos la capacidad de conceder acreditaciones. Es decir, el poder de aprobar y suspender. ¿Cuántas personas estarían con nosotros atraídas por la importancia del conocimiento, por la necesidad de saber y por la pasión que despierta su búsqueda?

Cuando solo importa aprobar, lo único que se debe aprender es aquello que va a ser objeto de examen.

¿Eso entra en el examen?, se pregunta el estudiante. Si no, no merece la pena ser aprendido. Porque lo verdaderamente decisivo no es aprender sino aprobar.

Un estudiante aprendió para el examen solamente el tema relacionado con los gusanos. Cuando el examinador le dijo:

- Háblame de los elefantes.

- estudiante: pues los elefantes son animales terrestres, muy grandes, que tienen unas orejas enormes que casi llegan al suelo y una trompa en forma de gusano y los gusanos se dividen en...

Por eso no importa seguir aprendiendo, seguir ampliando, seguir descubriendo. Porque el objetivo básico es conseguir aprobar o, quizás, obtener un sobresaliente.  

Mis más sinceros agradecimientos a Miguel Ángel Santos Guerra, por ser fuente de conocimiento y sabiduría, por despertar en mi la curiosidad por el saber y la escritura y sobre todo, por mostrarme que no me equivoco al creer firmemente que todos tenemos un gran potencial y que debemos aprender a sacarlo, a darle uso.

Queridos lectores, alumnos, amigos, familia, etc. Espero que os haya podido activar un poco al menos vuestro cerebro, que hayáis pensado sobre esta reflexión que se ha expuesto.

Nos volvemos a ver muy pronto por aquí, no dudéis en comentar cualquier duda o curiosidad que os surja, siempre responderé con atención a la mayor brevedad posible.

Recordad: nuestro cerebro es plástico, esto quiere decir que está preparado para el cambio en todo momento y fases de nuestra vida, se adapta como un camaleón a las necesidades. El cerebro no envejece con la edad, se puede mantener si lo entrenamos y no lo abandonamos.    
 
Raúl.


 
 
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